Nube


   Esa nube tiene forma de arco. De luna, más bien. La seguí muy atento hasta que se unió con otra más grande y perdió su forma. Ver nubes no es tan fácil como parece ser, y menos si estas caminando, y menos si para colmo te enamoras de alguna en especial -inevitable cuando es la primera que ves al subir la mirada-.

   Pequeña y regular desde aquí abajo, sabía que perderías tu forma de luna cuando el viento te tocara con mucha fuerza o te hiciera parte de esa otra con forma de oso. Escribiré un cuento sobre ti cuando llegue a casa. Sobre tu forma. Sobre tu padecer.
 

   Cuando miro hacia arriba por mucho tiempo tiendo a pensar en desorden. De pequeño solía perderme con los ojos en la inmensidad del cielo durante horas. Me gustaba creer en el destino y otras cosas que se suponía mejorarían algún hecho si creía en ellas fervientemente. Pero, insatisfecho, me vi obligado a crear mi propio método para ser asistido astralmente: Buscaba todas las noches alguna estrella que pudiese ayudarme, viendo cada luz en el cielo como un deseo gratis. Los satélites y planetas no contaban, así que el riesgo de mi juego era perder un deseo y desperdiciar mi fe. Teniendo en cuenta que no tenia idea de como diferenciarlos –aun no tengo idea-, era un juego bastante arriesgado. Sin embargo, esto es diferente. En este momento miro hacia el cielo sin esperar algo a cambio, porque decidí enamorarme de una nube con forma de luna.
 

   Pequeña y regular desde aquí abajo, te compadezco por tu falta de albedrio y por estar atada al rumbo que el viento decida. Prometo escribir un cuento sobre ti cuando esté en casa: Sobre como te gustaba existir sin rumbo y sobre tu flotar lento, tan lleno de quizás y tan carente de compromiso… Ahora, con mis pies frente a una puerta, con mis manos en dicha puerta, solo puedo echar un ultimo vistazo a lo que te has convertido, y, a pesar de que me entristece pensar que no podre reconocerte desde aquí abajo cuando cambies tu nueva forma de oso, cuando el viento te toque muy fuerte o te haga parte de una nube más grande e informe, espero que tú, desde allá arriba, sí puedas verme como lo hiciste durante todo el camino, como un punto pequeño y sin forma que se mueve sobre una fotografía.



                                                                                                                                                        




   Hoy te veo caminando de nuevo, porque eso es lo que haces y te gusta hacerlo. No le confiesas a nadie que eres el más rápido caminante, ni que si se registraran los pasos que has dado seguramente equivaldrían a dos o tres vueltas al mundo en recorrido. Un caminante, eso eres. No te gusta cansarte o que alguien sea mas rápido que tu.

   A 50 metros de tus pies ves una pareja andar, entonces recuerdas lo agradable que es que a tus pasos los acompañen otros pasos; que se sincronicen sus pies, como si jugaran, y los dos lo noten en silencio, aunque eso signifique que debas ir mas lento y… Aceleras un poco para alcanzar a la pareja antes de que se desvíen de tu camino, sabiendo de antemano que cuando los pases te sentirás vacío, como cuando alguien logra alcanzar una meta después de haber invertido tanto tiempo y esfuerzo. “¿Y ahora?”, te dirás. Pero te gusta retarte y te lo tomas muy en serio.
 

   Lograste pasarlos en poco tiempo. No fue difícil. Te sientes satisfecho y orgulloso y vacío, y te entristeces porque ya no se ven competidores en el camino hacia tu casa. Los domingos las calle están solas y desde aquí arriba la ciudad parece una pintura, o una fotografía, y nada se mueve
menos tú.
 

   Te falta mucho por caminar todavía, pero el domingo se convierte en musa y te ocupas pensando en un nuevo cuento. “Lo escribiré todo cuando llegue a casa”, te dices. Entonces repites el inicio del cuento una y otra vez para no olvidarlo, y miras hacia arriba para inspirarte, para respirar, hasta que una nube te distrae, me encuentras y, sin darte cuenta, olvidas aquel cuento por completo.

Comentarios